Boletín de RedIRIS n. 44

Redes, Servicios de Comunicación e Investigación Científica

Enrique Lomba

A mediados de los años 80 comenzó a generalizarse en España el uso del correo electrónico entre aquellos grupos de investigación cuyo trabajo estaba vinculado directa o indirectamente con la computación, y muy especialmente entre los Físicos de Altas Energías, cuya relación con el CERN hacía prácticamente imprescindible disponer de acceso rápido a los resultados de experimentos realizados en las grandes instalaciones. Se trataba casi exclusivamente de redes de mensajería electrónica como BITNET (o su versión europea, European Academic and Research Network, EARN). Realmente fuimos unos pocos privilegiados entre la comunidad académica quienes pudimos disfrutar ya en aquel momento de un medio de comunicación relativamente rápido y que posibilitaba el intercambio de información (datos, programas, ...) en volumen considerable. La era de la comunicación científica epistolar tradicional estaba ya tocando a su fin.

No obstante, las deficiencias del sistema eran patentes. Con frecuencia algún nodo permanecía inactivo días o semanas, y la estructura de la red era tan rígida que esto interrumpía el flujo de los mensajes hacia todos los centros cuyo camino pasaba por ese nodo. Como consecuencia, no era infrecuente que un mensaje de correo electrónico "desapareciera" o alcanzase su destino tras varias semanas de espera. En esas circunstancias, aparecía hace ahora diez años, RedIRIS como un proyecto en el que se pretendía dotar al país de una verdadera red que interconectase los equipos informáticos distribuidos sobre la geografía española, adoptando las ideas definidas por ARPANET, la red académica y de defensa de los EE.UU., que constituyó el germen de lo que hoy en día conocemos como Internet. Es evidente que fueron necesarios unos años para que las repercusiones del proyecto de RedIRIS revirtieran en el quehacer cotidiano de la comunidad científica española. Por otra parte, durante el mismo periodo se produce el advenimiento de las estaciones de trabajo personales, que empezaron a desplazar el centro de gravedad de las tareas computacionales desde los Centros de Cálculo hacia los propios grupos de investigación. Y es así como en torno a 1991, un gran número de centros y grupos de investigación en el país empiezan a disponer ya de equipos de cálculo conectados a Internet, gracias a RedIRIS. De esta manera, casi sin notarlo los recursos de cálculo se multiplicaron milagrosamente, gracias a la posibilidad de acceso a ordenadores remotos. Además, Internet dejó a nuestra disposición cantidades ingentes de software compartido por la comunidad científica internacional que desde entonces ha facilitado -y abaratado- la tarea científica. Utilidades de gestión de sistemas operativos, de visualización de datos, bibliotecas matemáticas, y finalmente todo un sistema operativo que nació y creció con Internet: Linux, quedaron al alcance de todos.

En los años siguientes se produjo una difusión gradual del uso de este tipo de recursos, en particular del correo electrónico, entre la comunidad científica en general. El uso habitual del correo electrónico, por fin completamente fiable, desplazó en un gran número de casos al correo convencional, tanto en las comunicaciones entre científicos como para el envío de artículos a revistas científicas, agilizando el proceso de publicación y evaluación de trabajos y proyectos. Se ha tratado sin duda de un cambio sutil y progresivo que ha introducido modificaciones radicales en nuestra forma de trabajar, facilitando la colaboración nacional e internacional hasta extremos impensables hace años.

Por otra parte, en los años 93 y 94 comenzamos a familiarizarnos con la hoy tan popular World Wide Web, auspiciada en sus orígenes por el CERN y que rápidamente ha cubierto el planeta con una "tela de araña" formada por un denso entramado de servidores. Los servicios de WWW ofrecían por vez primera información con texto, imagen y sonido integrados. Sin embargo, en un principio para muchos de nosotros se trataba fundamentalmente de una mera curiosidad, un pasatiempo con el que matar algunas horas libres recorriendo "virtualmente" el planeta, sin que realmente incidiese directamente sobre nuestro trabajo cotidiano. Los mayoría de los servidores de WWW contenían en aquel momento casi exclusivamente datos de presentación de diversos grupos de investigación e instituciones y, salvo raras excepciones, no resultaban particularmente útiles. Esta situación se ha alterado substancialmente en la actualidad, y en los servicios de comunicaciones de cualquier institución se constata que un altísimo porcentaje del tráfico de las redes está constituido por accesos a WWW. Y es que efectivamente, los servidores de WWW están comenzando a desempeñar un papel importante de apoyo a la investigación, no sólo en cuanto a suministro de información sino, y muy especialmente, como punto de enlace con las revistas especializadas e instituciones oficiales. En este sentido, la American Physical Society ha establecido un servicio de WWW que permite el envío directo de trabajos de investigación (texto y figuras) para su publicación, así como la realización de consultas sobre el estado de trabajos enviados (en espera de revisión, fase de producción etc...), y hace posible que los evaluadores hagan llegar directamente a la revista sus juicios sobre la calidad científica de los artículos en revisión, acelerando muy considerablemente el proceso de publicación y de difusión de la información. Es así mismo habitual que la información e inscripción en congresos se realice a través de las páginas de Web, y servicios como TIPTOP (The Internet Pilot to Physics, http://physicsweb.org/TIPTOP/) mantienen listas actualizadas de conferencias en todo el mundo, ofreciendo además una amplia información sobre oportunidades de trabajo en el ámbito científico, relaciones de bibliotecas de programas de utilidad, e incluso un mercadillo de instrumentos científicos de segunda mano.

Pero quizá en los últimos años el fenómeno más destacable ha sido la aparición de revistas "on-line", servicio que ha venido a complementar a las listas de correo y servidores de "preprints" que ya desde hace algún tiempo permitían el acceso a artículos y trabajos de revisión incluso antes de su publicación. Las revistas científicas electrónicas "on-line" se han articulado en torno a WWW, y posibilitan en la actualidad acceder al contenido de publicaciones depositadas en papel en las bibliotecas. Fundamentalmente esto nos permite en la actualidad visualizar los índices y resúmenes de artículos publicados en los últimos años y en algunos casos, previo pago de ciertos suplementos, es posible obtener el texto completo de los artículos en formato PDF. Por todo ello, las revistas electrónicas han venido a complementar el papel de las bibliotecas tradicionales, que a su vez pueden convertirse en servidores bibliográficos electrónicos locales, gracias a los CDROM anuales que se suministran en muchos casos ya junto a la subscripción en papel. Esto facilita notablemente el acceso a la bibliografía a centros que carecen de la capacidad económica suficiente para sostener las suscripciones.

No obstante, en estos momentos el principal obstáculo para un uso más amplio de esta tecnología sigue siendo la lentitud de acceso a la red en algunos centros, y el cuello de botella en las comunicaciones con Norte América, en donde se encuentran una gran parte de las editoriales que facilitan la distribución electrónica, lo que hace que la consulta a las revistas haya de efectuarse en horas de tráfico intercontinental mínimo. Esta situación de saturación no es en absoluto nueva; de hecho, hasta hace bien poco, la evolución del estado de las comunicaciones seguía un modelo oscilante constituido por periodos de saturación -baste recordar la perversión del acrónimo WWW en World Wide Wait- seguido de cortos periodos en los que la demanda era mucho menor que la capacidad de transmisión. En estos momentos, sin embargo, los usuarios disfrutamos de conexiones nacionales y europeas que responden plenamente a nuestras expectativas, en contraste con los enlaces intercontinentales.

Y ya para terminar, recientemente hemos sigo testigos de la aparición de servicios como la videoconferencia sobre MBone, que si bien en la actualidad están aún poco difundidos podrán jugar un papel importantísimo en un futuro, facilitando las comunicaciones entre grupos de investigación separados geográficamente, y difundiendo conferencias y seminarios de manera que la práctica totalidad de la comunidad científica se convierta en la audiencia potencial de un determinado acontecimiento. La posibilidad de transmisión en tiempo real de imagen y sonido, así como el uso de las pizarras electrónicas han convertido los ordenadores de sobremesa en ventanas a las salas de conferencia o en mesas de trabajo en equipo en las que se intercambian ideas y experiencias con colegas de cualquier lugar del mundo. Esta claro que el incremento en las velocidades de transferencia de datos ha eliminado un gran número de cuellos de botella en el proceso de comunicación necesario para una comunicación científica eficiente. Sin embargo, con ello también ha aumentado la presión sobre los investigadores para dar respuestas en menor tiempo a un mayor número de demandas. Un balance entre eficiencia y rapidez, y la reflexión necesaria para producir una investigación innovadora y de calidad, es una condición necesaria para el desarrollo de la labor investigadora, que en muchos casos es muy difícil de satisfacer. La etapa limitante comienza a ser en muchos aspectos el factor humano.


Enrique Lomba
Instituto de Química Física Rocasolano
CSIC
dirección de correo e [dot] lomba [at] iqfr.csic.es
http://www.fluid.iqfr.csic.es/enrique.html


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